
Hace unos días, en el barrio de Palermo, Elías Chamen, al salir de una sinagoga, sufrió una agresión física y verbal por ser judío.
Contó que había dos personas que presenciaban la escena, riéndose de la situación. Otros pasaron indiferentes. Nadie lo auxilió o intentó detener el ataque ni llamó a la policía. La situación trae del pasado, el recuerdo de la tragedia humana.
No conozco a ese padre de seis hijos, pero para mi familia y muchos de los que se enteraron de lo acontecido, no nos es indiferente la salvaje y primitiva agresión.
La pelea contra el prejuicio, el racismo, el antisemitismo y la xenofobia debe ser una constante de los argentinos.
A pocas cuadras del lugar donde aconteciera la agresión, en la calle Guise, hay un pequeño templo, donde se reúnen personas de distintas creencias, en donde el diálogo interreligioso por la paz es moneda corriente.
La ciudadanía con su compromiso e intervención oportuna evitará que otros Elías tengan que sufrir los rigores de las bestias y el abandono de los “distraídos”.
José Antonio Aguirre
DNI 12.600.064