La filósofa Avital Ronell dictó una conferencia en la UNTREF

En sociedades donde la autoridad está degradada, la queja gana cada vez más presencia y se vuelve un discurso digno de atención. Al menos así lo entiende la filósofa Avital Ronell, de la Universidad de Nueva York, que a contrapelo de otras corrientes de pensamiento que la consideran despreciable, la pone en valor y la descompone en sus distintas dimensiones. “Hay un núcleo de vitalidad en la queja, alentando de vez en cuando despertares políticos y distintos tipos de cuidado, de disidencia articulada o de pelea por derechos”, aseguró en el marco de su conferencia Ay! Una historia de la queja, realizada en la Sede de Posgrados de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF), en el Centro Cultural Borges.

Para la autora de Crack Wars, editado por la EDUNTREF , la editorial de la Universidad, en esas sociedades donde abundan los reclamos existe la creencia de que si son atendidos por la autoridad, todos se verán beneficiados.

Sin embargo, puede haber efectos contraproducentes. “La elección de un equipo recargado de patologías masculinistas nos sacudió como una protesta en sí misma; en términos de evaluación nietzscheana, como el costado malo y decadente de la noción misma de protesta”, dijo en referencia a las últimas elecciones presidenciales de los Estados Unidos. “Trump es el signo de una protesta que salió mal, muy mal, tremendamente mal”, continuó. Invitada por la Maestría en Estudios y Políticas de Género, el Centro Interdisciplinario de Estudios y Políticas de Género, la Maestría en Estudios Literarios Latinoamericanos y el Programa de Estudios Latinoamericanos Contemporáneos y Comparados de la UNTREF, Ronell se enfocó en las operaciones que neutralizan la queja y le sacan su potencia transformadora.

Como estudiosa de la cultura de la dominación y especialista en el pensamiento deconstructivista impulsado por Jacques Derrida, la autora remarcó que le interesan los mecanismos por los cuales ese enunciado es despreciado. “No es casual que se asocie la queja a las mujeres, niños y activistas”, señaló. En relación a esto, hubo un intercambio con el público en el que se comentaron las últimas movilizaciones masivas de trabajadores, docentes y mujeres contra las medidas de gobierno. “Lo que se planteó en esos casos fue que las personas solamente se quejaban y no proponían algo, como si fuese una gran estrategia que lleva adelante el Estado”, sugirió uno de los invitados. “Mi preocupación pasa precisamente por saber cuáles son los presupuestos teóricos y metafísicos de este tipo de respuestas”, respondió Ronell retrotrayéndose a algunas tradiciones culturales de Occidente. Represión a la mujer “En Hegel aparece la idea de que la mujer no puede tener amigos ni entrar en relación con una comunidad.

Y como justamente la amistad está en la base de la racionalidad política, se expulsa a la mujer de todo tipo de participación. Vemos cómo en nuestra cultura está presente esa represión”, explicó. Hasta en el lema de la República Francesa acuñado hacia fines del siglo XVIII es posible encontrar rasgos misóginos. “Tomemos lo que dice: ‘Libertad, igualdad, fraternidad’. ¿Qué es lo que está haciendo esa última palabra ahí? La fraternidad no puede involucrar más que a los hombres”, agregó.

También se detuvo en la influencia de las sagradas escrituras. “En la Biblia hay todo un elenco de personas que se quejan, desde Jeremías a Job. Dios en ningún momento dice ‘No te quejes’ o que la queja es mala, sino que directamente dice ‘Yo soy más fuerte, cállate’”. Según Ronell, el valor de la queja queda desarticulado por este tipo de presupuestos, y su máxima expresión aparece en la complacencia de aquel que dice “no me puedo quejar”. Pero a pesar de todo, la queja se rehúsa a desaparecer. “Incluso los abstemios plantean la cuestión de la queja, su necesidad y futilidad, insinuando un depósito de quejas listo para ser usado, pero no revelado: podría quejarme, pero renuncio a la tentación de hacerlo”, concluyó la pensadora.