Un 25 de agosto, hace exactamente cien años nació en Ixelles, al sur de Bruselas, Julio Florencio Cortázar. El autor de Rayuela fue uno de los escritores argentinos y latinoamericanos más importantes del siglo XX.
El pequeño Julio nació en Bruselas tan solo seis días después de que, en el marco de la Primera Guerra Mundial, Alemania ocupara la capital belga. Territorio del cual no se retiró hasta prácticamente el fin del enfrentamiento bélico en noviembre de 1918.
La ciudad de nacimiento de quién fue argentino de nacionalidad casi toda su vida se debió a que su padre, Julio José Cortázar, era agregado comercial de la embajada argentina en Bélgica. Por eso al poco tiempo de haber nacido (y mientras continuaba la Guerra) los Cortázar se trasladaron a Suiza, luego a Barcelona y cuando Julio tenía cuatro años volvieron a la Argentina para instalarse en la ciudad de Banfield.
Cuando tan solo tenía seis años su padre los abandonó y no retomó contacto con la familia. Por aquella época Julio padecía enfermedades crónicas por lo que se convirtió en un ávido lector de las obras de Víctor Hugo, Edgar Allan Poe y Julio Verne, entre otros. También por aquellos años comenzó a escribir algunos cuentos y hasta una novela que “afortunadamente” se perdió según su propio autor.
Años después reflejaría aquella etapa de su vida en cuentos como Bestiario, Final del juego, Los venenosy La señorita Cora.
Una vez terminada la primara se recibió de maestro normal en 1932 y profesor en Letras en 1935 en la Escuela Normal de Profesores Mariano Acosta. Quiso comenzar a estudiar Filosofía en la Universidad de Buenos Aires pero solo llegó a cursar un año ya que debió comenzar a trabajar como docente para ayudar a su madre.
Entre finales de la década de 1930 y principios de la de 1940 dio clases en distintas ciudades del interior de la Provincia de Buenos Aires como Bolívar, Saladillo y Chivilcoy. En esta última participó en la redacción de su primer y único guión cinematográfico:La sombra del pasado.
1944 lo encontró mudado a Mendoza donde impartió clases de literatura francesa en la Universidad Nacional de Cuyo hasta que renunció en 1946 debido al ascenso de Juan Domingo Perón al gobierno.
Su vuelta a Buenos Aires estuvo acompañada de la publicación de su primer volumen de cuentos: La otra orilla y una de las obras que trascendieron épocas como fue Casa Tomada publicada en la revista Los Anales de Buenos Aires, dirigida por Jorge Luis Borges.
Los años siguientes lo vieron colaborando en varias revistas, recibiéndose de traductor de francés e inglés en tan sólo nueve meses (cuando el curso completo era de tres años) y escribiendo nuevos cuentos. La mayoría de ellos fueron publicados en Bestiario de 1951, obra que le valió cierto reconocimiento en Argentina. Sin embargo ese mismo año, disconforme con la realidad nacional decidió irse a vivir a París, ciudad donde residiría (salvo breves excepciones) hasta sus últimos días.
Fue en Francia donde conoció a su primera esposa y la mujer que lo acompañó los últimos días de su vida, la traductora argentina Aurora Bernárdez. Junto a ella publicó Rayuela, la novela más importante de su carrera y que lo hizo mundialmente famoso. Su prosa novedosa que escapaba a la linealidad temporal fue toda una innovación para la literatura de habla hispana. Un año antes había publicado otra de sus obras famosas: Historias de cronopios y de famas, una obra surrealista que se caracteriza esencialmente por ser escrita con base de fragmentos y cuentos cortos.
En 1963 también visitó Cuba por primera vez invitado a ser jurado en un concurso de Casa de las Américas. Esto dio comienzo a un giro en su forma de ver y entender la realidad latinoamericana alejándolo de su antiperonismo acérrimo de años anteriores y acercándolo a posiciones más cercanas a los sectores populares de nuestro continente.
“El amor de Cuba por el Che me hizo sentir extrañamente argentino el 2 de enero, cuando el saludo de Fidel en la plaza de la Revolución al comandante Guevara, allí donde esté, desató en 300 mil hombres una ovación que duró diez minutos”, escribió en 1967. También ese año dejó a su primera mujer y se unió a la lituana Ugné Karvelis con quién nunca se casó oficialmente.
El triunfo del gobierno socialista de Salvador Allende en Chile lo llevó a visitar el país sudamericano y brindar su apoyo a la Unidad Popular. Cuatro años después, en noviembre de 1974 fue galardonado con el premio Médicis étranger por El libro de Manuel y entregó el dinero que recibió al Frente Unificado de la resistencia chilena.
A mediados de la década de 1970 viajó por primera vez a Nicaragua y de la mano del cura-poeta Ernesto Cardenal conoció la lucha del Frente Sandinista de Liberación Nacional. Cuando en 1979 la revolución triunfó en el país centroamericano Cortázar viajó en varias oportunidades al país. De esas experiencias surgieron los textos que confluyeron en Nicaragua, tan violentamente dulce.
También en 1979, durante una entrevista brindada en Caracas definió su relación con América Latina. “En mi corazón, América Latina existe como una unidad. Soy argentino desde luego (y me siento contento de serlo), pero fundamentalmente me siento latinoamericano. Yo estoy en mi casa en cualquier país de América Latina, siento las diferencias locales, pero son las diferencias dentro de la unidad”, dijo.
En la misma entrevista agregó que: “En el plano geopolítico, está la nefasta política de dividir para reinar, que han aplicado los norteamericanos desde hace tanto tiempo. Fomentando los nacionalismos, las rivalidades entre los países para dominarlos mejor, destruyendo el sueño de Bolívar de los ‘Estados Unidos de América del Sur’ (…) yo pienso que uno de los deberes capitales de los políticos de izquierda, de los escritores revolucionarios, es intentar por todos los medios de luchar contra ese chauvinismo”.
Por aquellos años ya estaba casado con la escritora y fotógrafa estadounidense Carol Dunlop con quién compartió sus viajes y últimos años de vida. En 1981 Cortázar sufrió una hemorragia gástrica que casi le cuesta la vida. Ese mismo año adoptó la nacionalidad francesa en repudio a la dictadura que imperaba en la Argentina.
Durante 1982 Dunlop falleció y Julio se reencontró con su primera mujer, Aurora Bernárdez quién lo acompañó hasta sus últimos días.
Un años después, con la vuelta de la democracia en Argentina, Cortázar regresó a su país donde fue prácticamente ignorado por las autoridades nacionales aunque muy bien recibido por sus amigos. Pocos imaginaban que esa sería su última visita.
El 12 de febrero de 1984 falleció a causa de una leucemia. Teorías posteriores sostuvieron que la misma había sido provocada por el sida que el escritor habría contraído por una transfusión de sangre. Sin embargo esto no fue comprobado.
Dos días después de su muerte fue enterrado en el cementerio de Montparnasse. Allí yace el cronopio que a los 100 años de edad nos sigue conmoviendo.